08 noviembre 2016

"En las relaciones familiares AMOR en realidad se deletrea T-I-E-M-P-O"

"En las relaciones familiares AMOR en realidad se deletrea T-I-E-M-P-O"

(Dieter F. Uchtdorf)

No recuerdo cuando escuché esa cita, pero desde entonces no la he olvidado. El valor más preciado de esta época definitivamente no es el dinero, sino el tiempo: nunca hay suficiente tiempo para dormir, para leer, para trabajar, para vacacionar, para divertirse, para comer bien, para hacer ejercicio, para limpiar (¡ el sucio jamás termina !), para ordenar, para hacer algo en familia (especialmente si tienes que correr detrás de ellos para lograrlo) Algunas veces estamos tan sumidos en las mil y un cosas de cada día que pensamos que mañana sí podremos, o quizás la próxima semana. La verdad es que, en lo que se respecta a la familia, los momentos más valiosos pueden llegar cuando estamos más ocupados o más cansados.

Estas últimas semanas han sido completamente grises, ha llovido casi todos los días y el frío comienza a instalarse poco a poco. Es el tiempo de cambiar la ropa de verano por la de invierno y eso siempre me toma varios días. Las clasifico por tipos y por categorías, así que las habitaciones parecen un campo minado en el proceso. El jueves pasado, después de tres días en medio de aquella locura, y cuando tenía ya todo fríamente calculado para terminar esa tarde, mi hija menor me dijo que tenía una Exposición de arte en la escuela. Miré por la ventana: seguía lloviendo y debíamos caminar un kilómetro y medio para llegar al a escuela. Vi el reloj: las 4:15 y la Exposición era hasta las 6:00. Las misioneras venían a comer a las 6:30 y no había comenzado a preparar la cena. Miré a mi hija y suspiré esperando que me dijera que realmente no era importante, o que no quería mojarse, pero en lugar de eso recibí ésta respuesta: “No te voy a decir cuál es, y así tú vas a poder adivinar” “Cuál ES…”, es decir, ¡ era un solo dibujo ! Me atreví a preguntar: “¿Es importante para ti que vayamos?” Inclinó la cabeza y dijo que sí. Solo pude decir: “Entonces vamos”.

Dejé todo como estaba y corrí a la cocina para dejar la cena lista antes de irme. Tomamos nuestros paraguas y comenzamos nuestra caminata a la escuela. Mi hija habló todo el camino, me contó lo que había hecho ese día, me habló de sus amigas, me hizo preguntas y compartió algunas reflexiones.  Por fin llegamos a la escuela, y muy orgullosa me llevó al muro de su clase para que adivinara cuál era su obra de arte (afortunadamente ella no es buena resistiendo el suspenso, así que me dio suficientes pistas para adivinar).


Allí estábamos las dos, entre mojadas y sudadas mirando un animal multicolor en la cartelera de los Monstruos. Me llevó a su salón, vimos las obras de las demás clases, saludamos a sus amigos y volvimos a casa.

Esa noche continué mi labor a las nueve de la noche después que se habían ido a la cama, no tenía opción, mi cama era el campo minado: si quería dormir tenía que ordenar. Mientras todos dormían, yo pensaba que realmente podía haber terminado mucho antes si no hubiera ido a la escuela, pero la verdad es, que, dentro de unos años, nadie va a recordar si la ropa estaba o no estaba en los cajones del closet, o qué fue lo que cenamos esa noche, pero ella va a recordar haber ido a la escuela para ver su obra de arte aun cuando estaba lloviendo.

La vida está llena de recuerdos, ¿tomo el tiempo para construir recuerdos valiosos para mi familia, tiempo para escuchar, para jugar, para reír, para bailar, para acompañar, para mojarse en la lluvia? Los recuerdos nos acompañan dónde quiera que vamos, nos reconfortan en tiempos difíciles y nos alegran cuando lo necesitamos, nos fortalecen y nos unen; crean lazos que se extienden con el tiempo y que pasan de una generación a otra. Ciertamente es verdad lo que una vez leí:

 “El recuerdo es un jardín de Edén del que jamás podemos ser expulsados”

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