Cuando pienso en la Conferencia General siempre pienso en el Rey Benjamín
hablando desde la torre mientras todas las familias se encontraban reunidas en
sus tiendas escuchando atentamente. Sin embargo, reunir a toda la familia para
escuchar entre ocho y diez horas de discursos en un fin de semana no es tan
sencillo como parece, en especial si tienes niños pequeños y/o adolescentes. Sin
embargo, el Elder Robert D. Hales ha dicho:
“A los niños y los
jóvenes les encanta que se los incluya. Cometemos un grave error si suponemos
que la conferencia está fuera de su comprensión y sensibilidad espiritual. A
los jóvenes miembros de la Iglesia les prometo que, si prestan atención,
sentirán crecer el Espíritu en su interior. El Señor les dirá lo que Él quiere
que hagan con sus vidas.” (La
Conferencia General: Fortalece la fe y el testimonio; Conferencia General octubre
2013)
En nuestra familia la Conferencia General ha llegado a ser un tiempo
especial lleno de tradiciones familiares, de buenos momentos y de mucha
preparación y paciencia según la etapa de nuestra vida, pero no fue así al
principio. Cuando nuestros niños estaban pequeños me tomaba varios días
preparar todas las actividades necesarias para poder ayudar a mis hijos a
permanecer tranquilos durante todas las sesiones. Recuerdo una conferencia en
particular en la que me sentía sumamente frustrada. ¡Tenía tantos deseos de ESCUCHAR
la conferencia!, pero por más preparada que estaba, cuando se tiene cuatro
niños si uno estaba tranquilo el otro necesitaba algo; cuando por fin este ya
estaba satisfecho otro más necesitaba ayuda, y así sucesivamente sin parar. En
medio de mi frustración sentí una fuerte, pero a la vez cálida impresión: “No
es tu tiempo, es el tiempo para enseñar a tus hijos a amar mi Conferencia
General”. Cuando pude comprender eso mi
actitud cambió por completo, dejé de preguntarme “¿Qué puedo hacer para mantener
a mis hijos tranquilos durante la Conferencia?” y comencé a preguntarme:” ¿Qué
puedo hacer para enseñar a mis hijos a amar la Conferencia?”. Finalmente pude escuchar
una conferencia completa cuando mi hijo mayor tenía catorce años y mi hija
menor seis, ¡y fue maravilloso!
El año pasado escuché a uno de mis hijos decir: “Ya se acerca la Conferencia
General, ¡qué bueno!” y pensé: “Todo ha valido la pena, sí, todas esas horas de
preparación han valido la pena”. Tal como dijo el Señor a José Smith:
“Por tanto, no os canséis de hacer lo bueno, porque estáis poniendo los cimientos de
una gran obra.
Y de las cosas pequeñas proceden las grandes."
(D y C 64:33)
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