Hace unos meses vi un video que decía:
"La vida no viene
con un manual,
viene con una
madre."
Me pareció hermoso. Pensé en mi mamá y en
esos momentos maravillosos de la maternidad que traen gozo a nuestra vida . Sin
embargo, hay momentos en los cuales desesperadamente deseo un manual de
instrucciones. Con cuatro niños completamente diferentes, lo que funciona para
uno algunas veces no funciona para el otro; lo que funcionaba para mi mamá,
tampoco tiene el mismo resultado que ella obtenía. Los hijos crecen y con ellos
los desafíos, y hay situaciones en las que sencillamente no sé qué hacer.
Afortunadamente, sí existe ese manual. Un
día recordé las palabras de Nefi:
“Deleitaos en las palabras de Cristo;
porque he aquí, las palabras de
Cristo
os dirán todas las cosas que
debéis hacer.”
(2 Nefi 32:3)
¡¡ TODAS LAS COSAS !! Allí estaba lo que estaba buscando.
Solo tenía que deleitarme en el estudio de las Escrituras para encontrar las
respuestas a mis preguntas. A pesar de
lo ocupada que pudiese estar, necesitaba encontrar el tiempo no solo para
leerlas, sino para escudriñarlas y deleitarme en ellas. Necesitaba un momento
de solaz con nuestro Padre Celestial; Él, quien conoce a mis hijos mejor que
yo, quien les ama con un amor perfecto y desea lo mejor para ellos, era quien podía
darme “sabiduría y tesoros de conocimiento.” Decidí comenzar a leer el Libro de
Mormón pidiéndole a nuestro Padre Celestial que me ayudara a leerlo como una
madre. Compré un nuevo libro para poder subrayar y escribir mis impresiones y ha
sido una experiencia diferente. He encontrado palabras de ánimo cuando estoy
abatida, consejos cuando no sé qué hacer, invitaciones a cambiar mi forma de
actuar e impresiones inmediatas en el momento en que más lo necesito.
Sí, si existe un manual de instrucciones, solo tengo que utilizarlo.
“La verdadera
doctrina, cuando se entiende,
cambia la actitud y
la conducta.
El estudio de las
doctrinas
del Evangelio
mejorará la conducta
más rápidamente de lo
que el
estudio del comportamiento
mejorará el
comportamiento”
(Boyd K. Packer, “No temáis”, Liahona, mayo de 2004, pág.79.)
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